DESCRIPCIÓN
Terminando de ver la cantidad de puntos de interés turísticos que tiene Lisboa y habiendo llamado el hambre a nuestros estómagos, decidimos comenzar a buscar un lugar en el que comer, a ser posible, cocina rica y portuguesa. Haciendo una primera búsqueda por internet dimos con el Restaurante Flor dos Jerónimos. Se trata de un local muy cercano al monasterio de Los Jerónimos y que hace esquina con una acera donde concurren otros establecimientos de hostelería. La primera impresión que recibimos fue la de un bar cualquiera con terraza, sin más, pero nada más lejos de la realidad. Una vez preguntado si disponían de comedor, nos llevaron a la primera planta, una pequeña sala más tranquila y con menos bullicio donde se encuentran unas cuantas mesas y, al fondo, los baños.
En primer lugar hay que destacar que aunque el lugar es algo pequeño, la atención es bastante adecuada con un camarero muy competente y atento. Podemos incluso aventurarnos a decir que se adelantaba en muchas ocasiones a nuestras necesidades… ¡así da gusto!
En segundo lugar cabe mencionar la calidad del género… todo es muy fresco y goza de muy buen sabor. De hecho aconsejamos pedir pan, ya que muchos platos llevan aceite con ajo y especias y merece la pena mojar 🙂
Pero vamos al grano y os vamos a contar qué pedimos…
Antes de que pudiéramos ordenar nada, nos ofrecieron una serie de distintos panecillos con diversas clases de paté; un estupendo entrante para ir haciendo boca mientras echábamos un ojo a la carta.
Haremos mención al vino de la casa, pues tiene un precio bastante bajo y no está nada mal. Una opción más que válida para adultos. Con respecto a la comida, os vamos a ir mencionando uno a uno los platos por los que optamos. ¡Vamos allá!
La Alheira con huevo, con una textura parecida a la salchicha, es una carne desmigada con sabor que nos recuerda a la típica carne a la parrilla. Contundente, de buen sabor y muy poco común en España. Su toque de pimentón hace aparición ya en la boca tras degustarlo durante unos segundos, lo que hace que el fondo culmine con un sabor que hace la boca agua. Este plato pedido por nuestro hijo mediano fue suficiente para saciar su apetito pues, como además os mostramos en la fotografía, tiene bastante cantidad.
Sin embargo, nuestra hija pequeña se decantó por el Bitoque à casa; un bistec en su punto que además se deshacía en la boca. Siguiendo con la dinámica del anterior, este plato también es contundente y trae una considerable cantidad. Asimismo, iba acompañado de un huevo frito, patatas y arroz blanco. Esperábamos algo más liviano, pero lo cierto es que la pequeña también acabó bastante harta.
Nuestra hija mayor prefirió probar la Dorada a la parrilla. Quizá el plato menos impresionante de todos los que pedimos pero no por ello peor. A pesar de tratarse de algo más fácil de encontrar en cualquier punto de la península, lo cierto es que este pescado denotaba un género de calidad y esta se veía reflejada en su potencia y jugosidad. Lo mejor de todo… el punto. Nada pasado con una textura y punto perfectos.
La mamá de la familia, sin embargo, prefirió ordenar aquello por lo que es increíblemente famosa Portugal… el bacalao. En este caso la elección fue el Bacalao à Lagareiro; un bacalao jugoso, sabroso y famoso por utilizar aceite de oliva virgen extra en su preparación (de ahí su nombre) cuya elaboración varía sutilmente dependiendo de la zona del país en la que nos encontremos. Con una cocción perfecta, las láminas se retiraban casi con rozarlas y en la boca se desmenuzaba nada más entrar. No hay duda de que el control que tiene la cocina portuguesa sobre el bacalao es impresionante.
Para finalizar con los platos hablaremos del Pulpo à Lagareiro; mismo estilo, distinto género. Tal como se muestra en la imagen, es bastante abundante. Muy tierno y jugoso, su sabor nos evoca el de la barbacoa y su acompañamiento con patatas a la parrilla y ese aceite de oliva hace que dé gusto rebañar el plato, ya sea con pan o mojando las propias patatas. Y eso es algo que también es digno de mención, las patatas a la parrilla están perfectamente hechas y son una guarnición ideal.
Tras acabar bastante llenos, y tras dudar un poco de si pedir un postre o no, nos lanzamos de lleno a probar el famoso Pastel de Belém, si bien aquí es llamado Pastel de Nata, imaginamos que por temas de marca. No viene reflejado en la carta, pero al preguntar al camarero nos confirmó que tenían, de modo que pedimos algunos para compartir. Su cantidad de relleno es considerable, no se hace pesado y su sabor es de sobresaliente. El aspecto es bastante similar a los diferentes pasteles de nata que podemos encontrar en España, si bien su sabor difiere considerablemente. La imitación no supera al original y en esto es imposible competir con ellos.
RESUMEN
Un establecimiento que por su apariencia podría pasar por un bar del montón, pero que una vez probado sus platos no podemos más que pensar en ir a comer en más ocasiones. Género fresco con muchísimo sabor, personal muy profesional, atento y amable. Muy buena calidad con un precio más que razonable. Si pensáis comer en Lisboa debéis venir a este local, no os decepcionará.