INFORMACIÓN BÁSICA
DESCRIPCIÓN
Para realizar esta ruta salimos muy temprano para llegar al aparcamiento antes de las 10 de la mañana. A pesar de que era un día no lectivo pero no era festivo, temíamos que al llegar no encontrásemos aparcamiento ya que habíamos leído que era pequeño (unos 20 coches) y el pueblo quedaba lejos para ir andando; de hecho, quedaba a mitad de camino entre Santa María de la Alameda y Robledondo, en una curva de una carretera próxima al cruce del río de la Aceña (M-535).
La hora fue más que acertada, pues al llegar solo habían otros tres coches más, además del nuestro. Aparcamos y empezamos la ruta pasando por debajo de la valla, justo después del panel informativo.
Nada más empezar a caminar la vegetación se presenta prominente, dando buenas cuotas de sombra y olor a bosque y a la humedad del río.
A pocos metros ya encontramos un buen lugar para hacernos unas primeras fotos y prepararnos para lo que vendrá, pues con cada paso que demos nos iremos maravillando más con el entorno.
En la época en la que fuimos había orugas procesionarias y es un detalle a tener en cuenta pues estas están próximas a los pinos y pueden llegar a ser mortales para los animales. Es importante esta observación para no tener que lamentar nada.
El camino se sigue elevando a medida que avanzamos y acabamos llegando a una pequeña bifurcación que nos descubrirá una escalera improvisada que tiene parte de naturaleza y parte de la mano del hombre. Un pasamanos de madera con unos primeros peldaños que después se tornan en rocas por las que ir ascendiendo.
Es imposible no mencionar la belleza de los rayos de sol colándose por entre los numerosos pinos del bosque, que nos descubre una estampa preciosa y digna de inmortalizar.
Pero no es una cosa que pasa y no volvamos a ver, pues todo este entorno nos acompaña gran parte de la ruta.
Siguiendo el sendero que fácilmente se identifica, acabamos llegando a la famosa cascada de la que toma su nombre esta ruta. De hecho, mucha gente se dirige a este lugar solo para llegar hasta este precioso salto de agua para, una vez visto, volver sobre sus pasos y dar por concluido el paseo. Nosotros continuaremos por la ruta descrita.
Esta cascada tiene un salto de agua de diez metros y, aunque no se aprecia del todo en la fotografía, sí que es bastante grande. En primavera es la mejor época para verlo o, incluso, en otoño o invierno ya que en verano es posible que el caudal haya bajado considerablemente lo que puede llegar a mermar la experiencia.
Multitud de rocas abrazan al arroyo y es bastante fácil encontrar una buena posición para tomar fotografías. Además, si se continúa subiendo, hay una especie de pequeño mirador donde uno también puede hacer su particular reportaje. Hay que tener en cuenta que si vais a una hora con mucha gente alrededor, es posible que tengáis que gastar un poco de tiempo para tomar la foto perfecta.
Nosotros aprovechamos para parar a desayunar en la parte alta de la cascada. Un sitio donde hay muchas rocas planas para sentarse y tomarse un agradable descanso con el ruido del agua de fondo.
Una vez hecha nuestra pausa, justo al lado nos percatamos de un rincón maravilloso que observar.
Continuamos por la ruta marcada con balizas que no es más que un pequeño paso por entre las rocas. Aquí tuvimos que utilizar ambas manos y ayudar a la más pequeña a subir, pues es un poco aparatoso.
Una vez pasamos las rocas, comenzamos otro pequeño ascenso menos pronunciado siguiendo el curso del agua, donde la naturaleza nos vuelve a regalar un remanso de paz y, todo hay que decirlo, con pocas personas alrededor.
A nuestro paso seguíamos observando los estragos del temporal Filomena donde no paraban de aparecer troncos caídos que tuvimos que sortear.
Tras continuar avanzando, llegamos a un pequeño puente improvisado que ya advertimos que puede no estar en otras ocasiones, de hecho nosotros dimos por sentado que tendríamos que cruzarlo descalzándonos, según habíamos leído. Pero afortunadamente no fue necesario y unos troncos apilados hicieron las veces de puente para poder cruzar. Este punto de la ruta fue un tanto confuso pues no se sabía muy bien para qué lado estaba apuntando la baliza.
A partir de aquí hay que tener en cuenta que la ruta se complica ligeramente. Hay que realizar una subida con un desnivel de unos 230 metros para posteriormente bajarlo. El sendero se hace poco visible pero a nada que prestéis atención observaréis que transcurre por la izquierda.
Al continuar ascendiendo, esta se vuelve aún más pendiente llegando a parecer que estamos subiendo por unas escaleras. Eso sí, las vistas que nos va descubriendo nuestro ascenso son dignas de fotografiar.
Una vez alcanzamos la cima, llegamos a un mirador que nos muestra una panorámica de la Senda del Hornillo y Río Aceña donde apreciamos también el arroyo del Tobar, el Risco del Galdano, el embalse de la Aceña y la Espinosilla entre otros.
Todo lo que sube… baja. A partir de este momento todo será una bajada muy pronunciada. Al iniciar nuestro descenso hay que prestar especial cuidado en el estado del camino. Al parecer, por este lugar suelen bajar motos de cross, dejando un poco embarrado el sendero con peligro de resbalarse. Sin embargo, una vez conseguimos terminar esta primera parte y conectamos con el camino principal, empieza una bajada bastante pronunciada con un sendero muy empedrado y abrupto.
Descendemos por él sin más explicación que la de seguir el camino hasta dar con una granja, donde ya este se estabiliza y nos olvidamos de los desniveles a los que hemos estado acostumbrados desde que dejamos la cascada.
Tal como se puede apreciar, esta ruta puede hacerse por un lado o por el otro. Nosotros recomendamos hacerlo desde el punto del aparcamiento en el sentido que hemos tomado, ya que esta parte que acabamos de nombrar puede llegar a ser algo compleja si se trata de una subida en vez de una bajada.
El camino al que ahora llegamos es bastante ancho, agradable y exento de dificultades. Un paseo placentero por el campo donde observamos a nuestra izquierda el río.
Al ser un camino en <<zig-zag>> cruzamos en varias ocasiones el río por unos pequeños puentes, lo que hace que sea muy refrescante el paseo.
Después varios metros y a poco de llegar de nuevo al aparcamiento, observamos multitud de animales pastando por las vastas praderas que nos rodeaban.
Casi llegando, nos acercamos a la carretera. Aunque el tramo a cruzar es muy corto, hay que tener cuidado. Es completamente necesario pasar por aquí para poder volver a cruzar el río y acabar en el aparcamiento donde empezamos. Llegamos sobre las 13 horas y, efectivamente, todo estaba lleno. Tan lleno, que había coches aparcados por otros lugares de dudosa fiabilidad.
Es una ruta muy bonita con la que quedamos encantados.
Una ruta algo más fácil, pero que también tiene un salto de agua aunque ligeramente más pequeño, es la Ruta de la Cascada del Covacho.
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Senda Peña del Águila (San Rafael).