INFORMACIÓN BÁSICA
Zona: Navalagamella (Madrid).
GPX seguido: Aquí. (Descargado de https://ivanaexcursiones.blogspot.com/)
GPX generado: Aquí.
Dificultad: Baja.
Tiempo aproximado: 2 horas y 50 minutos.
Distancia recorrida: 7 kms.
Tipo: Circular.
DESCRIPCIÓN
Tras varias semanas encerrados por la pandemia y con muchísimas ganas de poder volver a hacer senderismo en familia, llegó el día y nos decantamos por la Ruta de los Molinos próxima al término municipal de Navalagamella.
El primer consejo que os podemos dar es uno que nosotros leímos en los comentarios de Google y que no seguimos (y nos lamentamos por ello) y es que si queréis aparcar, debéis llegar antes de las 10 am. ¿Podéis llegar más tarde? Sí, pero entonces es posible que os cueste encontrar aparcamiento. Nosotros tuvimos que hacerlo en un barrio de los alrededores y fuimos afortunados, pero en la explanada que se encuentra justo al comienzo de la ruta solo se puede aparcar si vais antes. Eso sí, es bastante grande y caben muchísimos coches.
Vamos a tomar como referencia dicho aparcamiento pues, como hemos mencionado, se encuentra justo al comienzo de la ruta, descubriéndonos un bonito mirador antes de comenzar el descenso por el sendero que, todo hay que decirlo, está perfectamente señalizado.

Un panel informativo nos indica dónde estamos y lo que nos vamos a encontrar durante nuestro paseo. También nos da bastante información sobre la ruta que vamos a seguir y su dificultad por tramos.

A lo largo del recorrido veremos todo tipo señales y entre ellas, muchas de vía pecuaria.
Vamos descendiendo por un camino bastante ancho. Una de las cosas que más nos llamó la atención de esta ruta era lo transitada que estaba en muchos de sus tramos. Muchas familias paseando con niños y perros por casi todos lados llegaba a confundirte sobre si realmente te encontrabas «en el monte» o en un centro comercial.
Exageraciones aparte; sí es cierto que el hecho de tener poca dificultad y ser una ruta muy bonita, era lógico pensar que iba a ser un destino a tener en cuenta para ir en familia y… de eso se trata, ¿no?

Llegamos a una bifurcación que llama la atención por su singular estampa. A la izquierda empezamos la ruta sugerida, a la derecha volvemos de ella. Cruzamos el pequeño riachuelo por un puente de madera pequeño y continuamos el camino siguiendo las balizas.
A lo largo de nuestro ascenso veremos multitud de mesas desperdigadas para hacer un descanso o para comer, si se nos ha echado la hora encima.
El desnivel es bastante pronunciado y largo y, además de las encinas a ambos lados del camino, escucharemos el sonido del río a lo lejos.

Una vez llegamos a un pequeño alto, vemos otros dos caminos. Aunque un poco más adelante se ve una baliza, hay que estar atento y no equivocarse, pues nos podríamos estar saliendo de la ruta. Hay que tomar el camino de la izquierda que nos hace descender hasta una zona amplia de descanso con un merendero y un panel informativo sobre las aves del encinar.

Caminando varios metros más, damos con una de las mejores partes del camino; el Puente del Hoyo. Un lugar precioso donde la parada es obligatoria para hacer fotos, descansar o incluso parar a comer algo. Eso sí, no esperes estar en intimidad, ya que suele estar bastante concurrido.

Cuidado con los más pequeños, pues no es posible pasar al otro lado con facilidad y, de hecho, la ruta no es cruzando el río, sino dejándolo a nuestra izquierda.
Y así es… hay que seguir el camino junto al río y apreciando las preciosas vistas y el sonido del agua donde, además, reposa todo tipo de vegetación.

Si los animales quieren otorgarnos el regalo de su presencia, podréis verlos pastar cerca, justo a la orilla por el otro lado. Hay quien aprovecha para acercarse mucho y hacerle una foto pero es algo que acaba por espantarlos.

Aquí nosotros aprovechamos para hacer la parada para comer. Un montón de rocas planas apiladas son ideales para improvisar una mesa de picnic y descansar un poco sobre ellas mientras admiramos el entorno y escuchamos el tranquilizador ruido del agua.

Después del merecido descanso, más que agradecido por los pequeños, continuamos por el camino que se aprecia en la imagen de arriba.
Vamos subiendo por senderos que poco a poco van siendo cada vez más abruptos hasta encontrarnos con unas instalaciones de agua canalizada.

Dejando a un lado las jaras, bajamos por unas escaleras de piedra con pasamanos de madera. Es recomendable tener especial cuidado aquí con los niños, pues la caída podría ser aparatosa.
A partir de este punto todo cambia. La vuelta es bastante diferente a la ida y el descenso no es una simple bajada, sino algo que se disfruta en muchos sentidos.

El sol baña con su luz toda la montaña y nos descubre una vista impresionante. El ruido del agua nos acompaña y anima a seguir y el terreno pedregoso se vuelve muy divertido para nuestros hijos.

Al margen de numerosas paradas que hicimos para poder inmortalizar el momento, acabamos llegando a las primeras ruinas de lo que fueron los molinos.

Siempre hay quien no sabe leer y acaba pasando para aprovechar y hacerse una foto, pero nosotros preferimos continuar con la excursión y bajar por el lateral y tomar así la instantánea desde abajo, que también ofrece unas bonitas vistas.

El uso de las manos para avanzar comienza a hacerse necesario y eso, nuevamente, le encanta a los pequeños que creen estar escalando el Everest.
Poco a poco nos vamos topando con más ruinas de lo que fueron molinos, los cuales se dejan fotografiar mientras el paisaje se rellena con juncos, sauces , romero y, cómo no, con el río Perales de fondo.

Continuamos en el descenso hasta que vemos una bifurcación que invita a torcer a la izquierda, pero la baliza nos indica que es hacia la derecha, alejándonos del río y pasando de largo una caseta hasta alcanzar un claro.
Aquí volvemos a toparnos con un panel informativo de la ruta al estilo del primero que vimos. Es bastante similar salvo por el detalle de la flecha que nos marca dónde nos encontramos. Es ahí donde también podemos apreciar que el tramo del camino que se avecina incrementa ligeramente la dificultad (tramo D).
En esta parte hay que prestar especial atención a la valla metálica que nos acompaña gran parte del camino, pues tiene pinchos y el paso es algo estrecho. Mientras, a nuestra derecha, los enebros visten el paisaje.

Varios cientos de metros andando nos lleva hasta una fuente de la que no apetece beber, pero es algo singular.

Ya para finalizar, acabamos llegando al primer pequeño puente que pasamos en la bifurcación de la que hablábamos al inicio del post. Cruzándolo y volviendo por la primera cuesta que antes era bajada y ahora toca subir. No es la manera más agradable de terminar la ruta, pero os pondrá los músculos de las piernas bastante duros para finalizar con un merecido descanso.
El paisaje es realmente precioso y se puede disfrutar de la naturaleza con unas vistas increíbles. El problema es que estaba demasiado saturado de personas y a veces esto puede empobrecer un poco la experiencia. La ruta está perfectamente marcada y es prácticamente imposible perderse, de modo que es muy recomendable. También es ideal para ir con familia y mascotas. Aunque no tiene una alta dificultad, sí tiene algunos desniveles pronunciados que pueden llegar a ser agotadores según el tipo de persona que seáis. En un punto del camino hay que tener cuidado con los pequeños pues, aunque son pocas las ocasiones, a veces hay barrancos pronunciados donde una caída fortuita nos puede llegar a dar un buen susto.
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